La celiaquía es la intolerancia al gluten, presente en las harinas de trigo, avena, cebada y centeno. Se trata de una enfermedad autoinmune que se puede desencadenar a cualquier edad, aunque mayormente aparece en la infancia. Quienes tienen antecedentes familiares tienen más chances de desarrollarla. Lo importante del diagnóstico temprano es que permite el tratamiento dietético (alimentos sin gluten) que busca evitar las complicaciones en la salud. Sin embargo, según asegura la pediatra gastroenteróloga Hilda Lande, “son más las personas no diagnosticadas que las diagnosticadas”. Hay un gran porcentaje de la población que convive con la afección y no lo sabe. ¿Cuáles son las señales de alarma a las que hay que prestarles atención?
La especialista utiliza el modelo del iceberg para graficar el hecho de que son muchos los que aún no tienen el diagnóstico de celiaquía. “A quienes se les detectó la patología estarían ubicados en la punta del iceberg y la masa de hielo sumergida representa a la población que ignora padecer la enfermedad. Una realidad que se vislumbra no sólo en Argentina, sino a nivel mundial, y está basada en estadísticas internacionales.
¿Por qué hay un gran porcentaje de la población que tiene celiaquía y no lo sabe? Quizás algunas de las razones pueden ser que la enfermedad no siempre da síntomas y cuando lo hace, a veces se expresa con signos atípicos.
Los síntomas habituales de la celiaquía y más fáciles de identificar son los gastroenterológicos: diarrea, pérdida de peso, dolor abdominal y desnutrición; y entre los atípicos se encuentran la anemia, osteoporosis, falla de crecimiento y alteración del esmalte dental. En el caso especial de los chicos las formas atípicas de presentación son la talla baja, anemia crónica y síntomas gastrointestinales crónicos como dolor abdominal, constipación y vómitos; generalmente asociados a falla de crecimiento. En el caso de las mujeres adultas la celiaquía puede ser causa de infertilidad, de parto prematuro y de bebé de bajo peso al nacer.
La detección temprana es muy importante porque de lo contrario la persona queda expuesta a más riesgos, como pueden ser tumores del aparato digestivo o de otros tejidos; peligro de osteoporosis y fracturas patológicas, y de desarrollar enfermedades autoinmunes asociadas como la diabetes tipo I y tiroiditis autoinmune, entre otras afecciones, según explica la profesional. “Sin un diagnóstico temprano y la consiguiente dieta sin gluten también se está expuesto a menor calidad de vida”, agrega.
“Las formas atípicas y asintomáticas de presentación clínica son más frecuentes que las típicas, aunque se trata de la misma enfermedad en cuanto a evolución y complicaciones”, agrega Lande, quien desempeña su función en el Hospital Vilela y también en centros privados.
Diagnóstico seguro. La celiaquía tiene un origen autoinmune y su agente desencadenante es el gluten, componente proteico de las harinas de trigo, avena, cebada y centeno. El gluten produce en los celíacos una reacción inflamatoria en el intestino. Todavía no se sabe qué mecanismo inmunológico lleva a la pérdida de la tolerancia oral al gluten. La prevalencia en el mundo oscila entre 1 en 100, a 1 en 300; y en Argentina, 1 en 167. Existe una predisposición genética a desarrollar la enfermedad, por lo tanto quienes tienen antecedentes familiares de primer grado (padres, hijos, hermanos) diagnosticados como celíacos tienen más posibilidades de desarrollarla.
Para el diagnóstico primero se hace un estudio de sangre para la medición de anticuerpos y si hay indicios de la enfermedad se practica la biopsia intestinal, que confirma la enfermedad. El examen de detección lo hace el gastroenterólogo.
Si bien hay líneas de investigación en Argentina que evalúan la posibilidad de evitar la biopsia por otros estudios en determinados pacientes adultos para brindarles la posibilidad de test menos invasivos, la especialista afirma que actualmente el estudio seguro es la biopsia de intestino delgado.
“La intolerancia al gluten es permanente, por lo tanto el diagnóstico es para toda la vida”, agrega Lande. Y concluye que “es tarea de todos sospechar, diagnosticar y difundir la enfermedad para que la superficie sumergida del iceberg sea cada vez menor, lo que beneficiará tanto al paciente como al sistema de salud”.
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